7. REVELACIONES II

Mientras amanecía, el caballero no se detuvo hasta que llegó a su destino. El caballo piafaba en señal de cansancio pero el jinete hacia caso omiso de ello. Su objetivo era más importante.
Llegó al lago Nibanza y cuando tuvo a su visión la isla de Nobul, de entre sus ropas sacó una esfera transparente llena de agua y dentro de ella algo brillaba. Levantó la esfera a la luz del sol y brilló aún más.
–Llévame con mi señora –ordenó.
Al instante un haz de luz dividido en partes salió del globo de cristal y envolvió al jinete con todo y caballo y desapareció en la nada. Se materializó escasos segundos después frente a una caída de agua y a un viejo templo en ruinas. Descabalgó aún con el cristal en la mano mientras trataba de ubicar que lugar era ese. Del templo destruido en partes, salió una mujer vestida con ropas elegantes y una capa de viaje oscura con felpa que sonrió al ver llegar al jinete.
– ¿Has tenido problemas? –preguntó con voz pausada la mujer.
– Sólo uno, pero ya trabajamos en ello –respondió el jinete postrándose a los pies de la mujer y poniendo en alto la esfera.
La dama haciendo gala de sus modales extendió la mano y abrió la palma, alargando los dedos y señalando con ellos la esfera sin tocarla. La esfera se sacudió con fuerza y se desprendió de las manos del jinete. Flotaba.
La mujer la miraba extasiada sin parpadear, cegada por la esplendorosa luz que desprendía. El jinete se reincorporó mirando complacido la escena.
– Tal y como lo prometí, la Flama Eterna es toda tuya, mi reina –dijo el guerrero dejando los formalismos.
– Y creía en tu capacidad de lograrlo, Mohamed ¬–respondió Aixa sosteniendo la esfera que al contacto con sus manos se rompió y el agua que contenía se evaporó sin tocar el suelo.
– La Flama Eterna –continuó Aixa examinándola –sabes Kryory, este cristal es un tesoro de lo más extraño y poderoso. Ya te habrás percatado de ello. Su forma es diferente para quien la posee. Yo puedo ver en ella una gran llama sobre un platillo dorado de oro con incrustaciones de diamantes. Parece que la flama realmente está viva y arde sin cesar por siempre, avivada por el deseo de su poseedor.
– Es extraño porque…
– Calla –ordenó la reina que siguió con su explicación mientras tenía la mirada perdida en el cristal. –Los diamantes emiten destellos con la misma luz de la flama y, mientras gira de manera propia el cristal protector de las ocho caras pareciera que la llama aumentará de intensidad y destruirá la joya transparente.
El guerrero la miraba perdido en la luz que irradiaba el cristal. Extrañamente él miraba la misma llama sobre el platillo dorado con diamantes.
Una algarabía los sacó del embelesamiento y vieron llegar al templo al grupo de los ocho jinetes restantes; la reina cerró la mano y atrapó entre ella al cristal que perdió la intensidad de la luz de inmediato. Los guerreros llevaban consigo a un grupo de jóvenes con los ojos vendados y atados de los brazos con cadenas oxidadas. A simple vista era difícil detectar cuantos jóvenes iban en el grupo pero Aixa calculó ágilmente un total de doscientos. Observó con satisfacción el resultado.
– ¿A qué problema te enfrentaste? –le preguntó a Mohamed
– Un joven escapó mientras estábamos haciendo la reunión. Tres de mis hombres lo siguen, lo traerán de vuelta cuando lo capturen.
– Eso espero –respondió la dama. –La guarida está lista. En cada celda metan de a diez jóvenes y no les quiten las vendan ni las cadenas y esperen a que mi madre llegue a hacer su trabajo –ordenó.
Los caballeros atendieron la petición de inmediato.
– El reporte de uno de mis hombres dice que el joven fugitivo se le encaró al reclutar a otro joven que intentaba escapar. Dice que el joven iba a caballo pero que cuando una daga explotó el animal que montaba corrió del lugar dejando al joven a pie. Mi compañero dice que sacó un sable y le plantó tregua mientras el otro joven se ponía en pie, luego le dio la orden de que escapara pero al hacerlo mi guerrero le lanzo tres dagas que lo inmovilizaron. De ahí no recuerda más porque recibió un impacto en la cabeza y cayó al suelo desmayado. El relevo que llegó lo siguió al puente donde está la montaña sagrada y ahí el joven que ya había cruzado el puente cortó las cuerdas impidiendo que atravesáramos el espacio para ir por él.
La reina escuchó atenta.
– Tan simple que hubiera sido pedirle a este talismán que te llevara con él.
– Lo pensé, pero había alguien con él que lo estaba protegiendo.
La reina se sobresaltó.
– ¿Alguien protegiendo a ese joven?
– Así es mi reina. No me atreví a seguirlo personalmente porque el ser que estaba con eél traía en su mano El Sable de los Guardianes.
La reina enarcó la ceja derecha.
– ¿Cómo te diste cuenta de ello? –preguntó.
– Eso sí pude hacer con el cristal –alegó el caballero. –Intenté averiguar también quien era ese extraño pero un antifaz que le cubría el rostro bloqueaba su identidad.
La reina pensaba rápidamente. Eso presentaba nuevas dificultades en su plan al mismo tiempo que abría nuevas vías de búsqueda.
– ¿Algo más que deba saber de este suceso?
–Sí, el fugitivo llamó “primo” al joven que mi hombre inmovilizó con las dagas.
–Eso facilitará nuestra labor –sonrió la reina malévolamente mientras se dirigía al interior del templo donde todos los jóvenes ya estaban en las celdas.
* * * * *
Hacia el mediodía, Zoltana y Dévone hacían acto de presencia en las afueras del templo destruido y que serviría como guarida del grupo. Previamente, desde el castillo Rambal, Zoltana había lanzado hechizos de protección para evitar que personas ajenas al asunto dieran con el paradero de los jóvenes, al mismo tiempo que también con eso evitaría que se conociera que plan existía con ese acto. Al llegar al frente del templo, Zoltana se detuvo y Dévone quedo atrás, la bruja comenzó a recitar palabras y a dirigir su dedo índice derecho hacia ciertos puntos invisibles del templo. Una capa de energía en color azul apareció en la fachada de la construcción y cuando hubo terminado de desactivar las protecciones para su acceso, entraron. Segundos después, la misma luz azul apareció y la entrada al templo quedó protegida.
El interior del templo tallado al interior de la roca estaba húmedo debido a la caída de agua que existía. Los pasos resonaban fuertes y se escuchaba el taconeo de los zapatos en el suelo dejando un eco claramente perceptible. Zoltana y Dévone avanzaron por un pasillo iluminado a medias con antorchas y luego de varios minutos de caminata escucharon gritos. Los jóvenes presos estaban asustados y lanzaban gritos atroces mientras lloraban. Aixa y los ocho caballeros estaban en una cámara resguardados de aquel espectáculo de sonido cuando Zoltana y Dévone entraron. Aixa puso al corriente a su madre de las novedades y Kryory ratificó el acto contando lo del joven fugitivo. Por su parte Dévone miraba con cuidado aquella gruta y la inspeccionaba mientras escuchaba el relato y cuando el resto del grupo dejó de hablar se dedicó a examinar al grupo de caballeros formados en dos líneas de cuatro detrás de su capitán.
– Si el vigilante que protegía al joven que huyó poseía el Sable de los Guardianes, cabe la posibilidad de que sea el mago del castillo –afirmó Zoltana.
– Pero ¿no se supone que el mago del castillo fue echado porque tu ocuparías su lugar, madre?
– Es lo que me tiene contrariada, hija. El Sable de los Guardianes es el arma que utilizan los magos ayudantes del rey en cada uno de los reinos. El sable del reino Rambal se supone que yo lo tengo en mi habitación protegido con hechizos del más alto nivel. Si Kryory fue capaz de detectar con la Flama Eterna que ese era el verdadero sable es posible que tu esposo esté al corriente de nuestros planes y quiera desbaratarlos.
La reina resopló furiosa.
– ¡No me importa cómo le tengas que haces madre, pero quiero dejar a Beckarjam fuera de esto!
– ¡Eres tu quien debe tomar esas cartas como tu asunto! –contestó Zoltana molesta mientras Aixa se quedaba callada.
– ¿Qué no has protegido esos artefactos con tu magia? –dijo la reina con voz suave.
– Sí lo he hecho hija y eso es precisamente lo que me tiene contrariada. Si el sable fue tomado de mi habitación alguien con conocimientos avanzados debió deshacer el hechizo y hasta donde se los grandes magos existentes no se prestarían a semejante cosa. No porque no puedan sino por la ética que representa el entrar en un reino y violar el título del mago que presta lealtad hacia los reyes a través de su servicio.
El grupo de los nueves guerreros y Dévone miraban a la reina y a su madre debatir en las ideas.
– Cabe la posibilidad de que ese sable sea autentico, pero que no pertenezca a Rambal –dijo Kryory.
Zoltana lo miró pensativa.
– Es cierto, madre. Esa persona pudiera ser el mago de otro reino.
– Lo que significa que están aliados con tu esposo –dijo Zoltana sin contenerse.
Todos quedaron callados.
– Si así fuera el caso, quedaría por demás claro que tu esposo ya sabe lo que pretendemos y por tanto está alerta a nuestros movimientos –sentenció Zoltana. – Si conociera el plan sabría también que no posee a su escuadra de élite por lo que solicitaría ayuda.
– ¿Y cómo vamos a saber eso?
–De nuevo ese es tu asunto Aixa. Tú esperas que todo lo resuelva yo a base de magia pero estás equivocada. Nos jugamos algo más que un título de nobleza al estar buscando esa reliquia y si pretendemos alcanzar el éxito necesitamos actuar con inteligencia.
La reina se sintió ofendida y le dio la espalda a su madre que la miraba esperando la reacción.
– Yo hablaré con él –dijo de pronto Mohamed y tan pronto terminó de decir esas palabras, la reina que seguía de espaldas sonrió satisfecha.
Mientras revisaban a los jóvenes de las celdas le presentaron a Vicenzo, éste estaba con las manos atadas por atrás y con la venda de los ojos aún puesta; escuchaba atento entre los jadeos de sus amigos a los que estaban ahí. No conocía a nadie. Vicenzo se molestaba del dolor provocado por las dagas y ante una orden en silencio de Zoltana le acercaron al joven que sudaba. Bastó con que la bruja recitara unas cuantas palabras y de un brazalete dorado salió un rayo de luz que le dio en el cuerpo sanándolo de las heridas y del dolor causado por los proyectiles y en automático los lamentos cesaron.
– ¿Cómo te llamas? –preguntó Zoltana.
– Mas te vale que digas la verdad –gruñó un caballero moviéndolo. Zoltana lo hizo detener con una mirada dura.
– Vicenzo –respondió el muchacho.
– ¿Cuál es tu apellido?
– Cashandi –contestó secamente.
– ¿Tu primo como se llama?
– Jehán, Jehán Cashandi.
– ¿A dónde se fue tu primo?
– No lo sé. Luego de que fui herido lo vi correr perseguido por un guerrero y de ahí ya no supe más de él.
– ¿Qué sabes tú de una tumba?
– Sólo conozco las del cementerio de la aldea donde están todos los que han fallecido desde la creación del pueblo.
– ¿Estás seguro?
– Si, señora.
Zoltana dio media vuelta y se reunió con Aixa, Mohamed y Dévone mientras el caballero regresaba a la celda a Vicenzo que caminaba perfectamente.
– Nuestro fugitivo se llama Jehán Cashandi, primo de Vicenzo Cashandi. Con esos datos será fácil saber quién es ese joven –dijo Zoltana satisfecha.
– ¿Cómo sabes que ha dicho la verdad? –preguntó Aixa.
– Porque lo he hechizado al momento de sanarlo. No tenía manera de mentir sin que me diera cuenta y si lo hubiera hecho su castigo hubiera sido doloroso.
– ¿Seguirán investigando a los jóvenes? –quiso saber Mohamed.
– Para eso está Dévone aquí. Ella se encargará de hacer entrevistas hasta dar con el que sepa algo. Utilizará el mismo método que yo.
– ¿Qué pasará si nadie sabe nada? –preguntó de nuevo el caballero.
– De ser así, desháganse de ellos. Nadie puede conocer nuestro plan y si alguno de ellos hablara sobre lo que investigamos todo el mundo sospechará de inmediato.
– ¿No sería mejor que obraras en ellos el efecto del olvido? –preguntó Aixa.
– ¿Y cómo voy a usar ese efecto sobre sus familias? ¿Yendo a tocar de puerta en puerta y lanzar hechizos sobre todo un pueblo? –dijo irónica Zoltana.
– ¿Cómo vamos a justificar el hecho de tanto joven muerto? –preguntó de nuevo la reina con miedo en la voz.
Zoltana salió de la cámara chistando por la ineptitud de su propia hija. Iba tan furiosa que ni siquiera se detuvo a dar una solución. La reina se quedó con los caballeros en la sala y cuando Dévone salía a seguir a su señora se volteó de cara a ellos.
– Utilicen el puente de la montaña como coartada.
* * * * *
La tarde transcurría tranquila cuando el mago Rájhman y el rey Beckarjam se encontraron cerca de la fortaleza Rambal. El rey esperaba ansioso a su fiel servidor a que le llevara noticias sobre lo ocurrido.
– Todo salió de acuerdo a lo previsto –confirmó Rájhman –El puente está roto, los jóvenes han sido apresados, la aldea está sumida en el caos por no saber lo que pasó y la Flama Eterna ha sido robada.
Aunque sonrió, el rey estaba intranquilo.
– ¿No se percataron que el talismán era falso? –inquirió el rey.
– No majestad, están demasiado confiados para verificar la autenticidad del amuleto.
– ¿Y Jehán? –preguntó ansioso el monarca.
–Ha escapado aunque con dificultades. Le plantó cara a un guerrero delante de su primo y al parecer ya conocen su identidad. Cuando estuvo en la montaña sagrada recibió una flecha en el brazo. Tranquilo majestad –dijo Rájhman al ver la cara del rey –solo fue un rozón que ni siquiera dio en el blanco. A estas alturas Jehán ya debe de estar del lado opuesto a donde se encuentra el templo donde tienen presos a los jóvenes.
–Me tranquiliza saber al menos que pudo escapar –dijo el rey tranquilo.
–Lo sé, mi señor. Por eso no debe de preocuparse, en la medida de lo posible siempre estaré al pendiente del joven –el rey sonrió.
– ¿Cómo se encuentra la aldea? –preguntó el monarca.
– Están desesperados, mi señor. La desesperación estuvo siempre presente y al parecer el Consejo de Ancianos pretende enviar una misiva para usted, solicitando ayuda e información sobre lo ocurrido.
– Ya tenía previsto esto y pues no nos queda más remedio que mentir –el mago escuchó el comentario y se quedó serio. –Tenemos que mentir en la medida de poder rescatar a los secuestrados. Aixa y su madre de seguro ya tendrán la coartada así que esperaremos a que la ejecuten para corroborar la información.
– Pero eso será demasiado falso, mi señor –replicó Rájhman. –Todos los de la aldea saben que cualquiera que sea la coartada es mentira. ¿Qué dirán sobre que la Élite llegó a sacarlos de sus casas y a amontonarlos en la plaza? ¿Cómo comprobaremos cualquier coartada con el testimonio de toda la población? No vamos a poder sostener semejante patraña.
– He dado la orden para que la aldea sea puesta en cuarentena.
El mago abrió los ojos impresionado.
– Nadie podrá entrar ni salir de Zsam-jara mientras la orden esté dada. Harán sus labores habituales dentro del territorio y no podrán dejar el pueblo bajo ninguna circunstancia. Por ahora tampoco se permitirá la entrada a la aldea a ningún forastero. Existe una enfermedad desconocida que provoca la muerte al cabo de dos días. Ya he puesto al corriente a los capitanes de la infantería y caballería y su misión será la vigilancia diaria a día y noche en un perímetro lo suficientemente amplio como para no inquietar ni molestar a los aldeanos. El capitán de la armada naval me ha dicho que no hay manera de navegar por el río Tamaria hasta ciertos puntos del territorio por lo que los habitantes no podrán escapar vía marítima. Por tanto solo me queda el Consejo de Ancianos y con ellos hablaré personalmente. Les diré la verdad pero les pediré que por ahora me apoyen a mantener el secreto de los sucesos. Puede que tenga dificultades para convencerlos pero les daré la esperanza que tú me diste.
– ¿A qué se refiere, señor? –preguntó el mago incrédulo por la treta hábilmente preparada.
– Al sello de Rambal puesto en los jóvenes, por supuesto.
Rájhman relajó el semblante y comprendió al instante todo lo que el rey había preparado.
– Supongo que ha reparado en los detalles, mi señor y que por eso es necesario hacer todo esto.
– Efectivamente, Rájhman. He analizado las opciones más viables para estos hechos.
– ¿Qué sucediera si se negaran o si por el contrario, la esperanza que tenemos no resultara satisfactoria?
– Si el Consejo de Ancianos se negara a mi petición tendría que negociar con ellos. Estoy consciente de que pudieran negarse pero he encontrado motivos para obligarlos a cooperar. Motivos que por supuesto no deseo utilizar. Si la esperanza de rescatar a los secuestrados fallara no me arriesgaría a una imprudencia tuya con la magia y eso me llevaría casi a la última de las instancias, Jehán.
– ¿Por qué no la verdadera Flama Eterna o quizá La Corona del Halcón?
– Porque desearía no utilizar su poder por temor a despertar la avaricia y la codicia de aquellos que aspiran al conocimiento supremo de todo lo que nos rodea.
Rájhman formulaba preguntas en su mente a la velocidad de la luz para tratar de encontrar algo que se escapara a los preparativos del rey. Pero no dio con ninguna falla.
– ¿Qué sabe El Grupo Supremo sobre estos acontecimientos? –preguntó Rájhman.
– Lo desconozco –respondió el rey cambiando la postura en una silla impropia para reyes. –No he querido reunirme con ellos desde que Zoltana tomó el mando como servidora de la magia para mi reino. Todas las reuniones extraoficiales que he tenido con los formadores del grupo han sido fuera del círculo habitual. Sabemos que Bislacia y Lazdac están con nosotros, tú mismo lo confirmaste cuando fuiste a verles. Tamaria en formación con Rambal está de nuestro lado. Salah-vazad no sé qué posición tenga pero dado que Saúl Mozur, monarca y mercader del reino es mi amigo de la infancia, dudo que sea capaz de tirar por la borda años de amistad. Por los demás miembros del grupo no puedo constatar en donde tengan sus lealtades.
– Eso afecta nuestra posición de alguna manera. Aunque, para serle franco, mi señor, mucho me temo que los tres soberanos restantes nos apoyen y no por el mal que nos acecha sino por viejas rencillas principalmente. Suelen recordar sobremanera aquello en lo que han sido perjudicados y esperan un momento propicio para cobrarse la deuda. Por otro lado, cuando le conté sobre la búsqueda de la tumba y sobre las relaciones diplomáticas entre los reinos a algo así me refería. No poseo información veraz que se trate sobre personas de alto estrato social, pero pudiera ser que actúen con intermediarios para evitar relacionarse directamente con los acontecimientos.
– ¿Crees que haya conspiraciones en nuestra contra, Rájhman? –preguntó el rey directamente.
– No lo sé mi señor. Pero lo que sí sé es que a raíz de la muerte de su esposa y de ocultar la tumba y su contenido, varios de los monarcas quedaron resentidos pues querían que se utilizara el artefacto en su beneficio.
– Lo sé y eso es lo que me preocupa. Combatir con los objetos de poder de cada zona es algo que he estado temiendo y por eso mismo temo las conspiraciones.
– ¿Pero los objetos como la Flama Eterna y La Corona del Halcón así como los otros dos tienen la misma capacidad, no es así?
– Efectivamente Rájhman, pero cada cual con su regente.
Entonces, como si algo brillara en la conciencia de Rájhman, preguntó:
– ¿Qué haríamos en caso de una guerra entre los miembros de El Grupo Supremo?
Y como si el rey temiera esa pregunta, solo se limitó a mirar al mago y en su momento a asentir la respuesta que el mismo Rájhman recitó:
– Jehán.
– Eso me temo Rájhman, por eso hemos de ayudarle en la medida de lo posible. Pasos en falso y todo podría quedar en la nada.
–No hay mucho que podamos hacer estando él de fugitivo. Yo no puedo mostrarme al mundo excepto con las tres personas que ya saben que estoy vivo y por otro lado usted no puede…
– Lo sé Rájhman. Tenemos que confiar en él y por otro lado apoyarnos en nuestros aliados. Y por eso mismo es necesario que te dirijas al encuentro con Jehán.
El mago meditó la orden y sin decir nada se postró a media reverencia. El rey le tocó el hombro izquierdo en señal de agradecimiento y se levantó de la silla mientras Rájhman se levantaba. Se fueron juntos a la salida de la choza donde se reunieron y sin decir palabras el hechicero se desvaneció en un fulgor verde esmeralda que salió disparado hacia el cielo. El rey miró los cristales ascendiendo al cielo y con una lágrima en los ojos vio el sol que se preparaba para el ocaso.