La búsqueda de la perfección es interminable. Ésta no existe, solo es un estado de satisfacción del hombre para poder ser, estar y vivir feliz y tranquilo. Aparentemente.
En un mundo donde todo y nada a la vez sorprende, ¿qué hacer con el quehacer de una persona y su misión en la vida?
Es complicado el saber qué dirección tomar o qué camino seguir para cumplir aquello que deseas. El perseguir sueños en un mundo sin guías donde nadie te dice qué hacer o cómo hacerlo, se vuelve de repente pesado e insostenible. Pero es un precio que se debe pagar por la realización de aquello que se anhela.
Ante situaciones difíciles, medidas drásticas. Esta “regla” debería aplicarse no solo en el ir y venir del día sino en todo aquello que representa para nosotros un valor de dimensiones gigantescas. Todo tiene un valor, por mínimo que sea. Por tanto si aquello que queremos lograr o queremos realizar a través del espacio que llamamos vida no está del todo resuelto, sucederán diversas acciones: primero no sabremos qué es lo que queremos lograr y para qué, por tanto desconoceremos qué valor o que significado tendrá para nosotros la realización de ese hecho. Mucho menos seremos conscientes entonces de reconocer el pago que tenemos que intercambiar por ello.
La resolución viene a ser entonces un verdadero golpe a nuestra realidad. Una vez resuelto y reconocido nuestro objetivo conoceremos de antemano lo que eso significa para nuestra vida y cómo podría afectar en aquellos que nos rodean, para bien o para mal, según nuestro enfoque o uso que le demos. El valor de ese objetivo tendrá que pagarse.
Es aquí cuando a veces no estamos dispuestos realizar ese contrato. Lo que pudiera sacrificarse pudiera ser un valor material o uno sentimental. En el segundo, existen miles de situaciones personales que albergan un valor especial: cariño, respeto, amor, vacío, tristeza, soledad; y debe cubrir en la misma medida, sin más ni menos, el valor de nuestro objetivo a cumplir.
Es duro aceptar las condiciones del contrato, especialmente cuando aquello que soñamos no contempla lo que nosotros quisiéramos incluir. ¿Cómo actuar entonces?
¿Será necesario sacrificar nuestro sueño por quedarnos con aquello que apreciamos y que no puede ser incluido? O, ¿realizamos nuestro deseo sabiendo que eso implica un logro en nuestra vida pero sin aquello que queremos? ¿Qué hacer cuando para la realización de un objetivo supone el sacrificio de lo querido?
Es entonces cuando la determinación hace su aparición.
La elección de la decisión debe ser firme, contundente. Cuando determinamos nuestro objetivo a cumplir aceptamos el pago. No hay marcha atrás.
La determinación y realización del objetivo nos inyecta fuerza, energía. La ambición de nuestro deseo debe ser fuerte para poder cumplirse. Con ello concretaremos en la medida lo que anhelamos y con ello regresaremos a un punto inicial: analizar por qué y para qué fue realizado ese acto. El resultado tendría que ser óptimo y entonces deberá aplicarse a aquello por lo cual lo realizamos.
El proceso en la ejecución de aquello que soñamos pudiera ser lento, casi inalcanzable. La determinación por alcanzar el éxito en nuestra empresa requerirá de nuestro empeño al mil, de nuestras ganas, de nuestra lucha. Quizá se dejen muchas cosas en el camino, incluso quizá personas.
Creo que no se es egoísta al dejar cosas y personas atrás porque cada quien tiene sus propios ideales y sus propios sueños. La diferencia podría ser en cómo lo realiza cada quien.
El sendero a seguir a veces no está trazado y es necesario abrirse paso por entre un mundo donde la maleza ha vivido por siempre. En el trayecto pudieras encontrar piedras, será necesario quitarlas. Tal vez puedas encontrarte con ángeles, apoyate en ellos mientras puedas, consciente por supuesto que se tendrá que pagar “algo” por su ayuda.
Lo que se deja en el transcurso del cumplimiento de un sueño, o deseo u objetivo pudiera ser tremendamente doloroso. Es necesario estar preparado para eso y si no, concentra parte de tu energía a que así sea. Nadie dijo que la vida sería fácil, solo dijeron que valdría la pena vivirla.
Por eso: si haz de gritar, reír, llorar, sufrir, gozar; házlo. El verdadero sacrificio por conseguir nuestros sueños requiere sentimientos reales y sinceros.
En un mundo donde todo y nada a la vez sorprende, ¿qué hacer con el quehacer de una persona y su misión en la vida?
Es complicado el saber qué dirección tomar o qué camino seguir para cumplir aquello que deseas. El perseguir sueños en un mundo sin guías donde nadie te dice qué hacer o cómo hacerlo, se vuelve de repente pesado e insostenible. Pero es un precio que se debe pagar por la realización de aquello que se anhela.
Ante situaciones difíciles, medidas drásticas. Esta “regla” debería aplicarse no solo en el ir y venir del día sino en todo aquello que representa para nosotros un valor de dimensiones gigantescas. Todo tiene un valor, por mínimo que sea. Por tanto si aquello que queremos lograr o queremos realizar a través del espacio que llamamos vida no está del todo resuelto, sucederán diversas acciones: primero no sabremos qué es lo que queremos lograr y para qué, por tanto desconoceremos qué valor o que significado tendrá para nosotros la realización de ese hecho. Mucho menos seremos conscientes entonces de reconocer el pago que tenemos que intercambiar por ello.
La resolución viene a ser entonces un verdadero golpe a nuestra realidad. Una vez resuelto y reconocido nuestro objetivo conoceremos de antemano lo que eso significa para nuestra vida y cómo podría afectar en aquellos que nos rodean, para bien o para mal, según nuestro enfoque o uso que le demos. El valor de ese objetivo tendrá que pagarse.
Es aquí cuando a veces no estamos dispuestos realizar ese contrato. Lo que pudiera sacrificarse pudiera ser un valor material o uno sentimental. En el segundo, existen miles de situaciones personales que albergan un valor especial: cariño, respeto, amor, vacío, tristeza, soledad; y debe cubrir en la misma medida, sin más ni menos, el valor de nuestro objetivo a cumplir.
Es duro aceptar las condiciones del contrato, especialmente cuando aquello que soñamos no contempla lo que nosotros quisiéramos incluir. ¿Cómo actuar entonces?
¿Será necesario sacrificar nuestro sueño por quedarnos con aquello que apreciamos y que no puede ser incluido? O, ¿realizamos nuestro deseo sabiendo que eso implica un logro en nuestra vida pero sin aquello que queremos? ¿Qué hacer cuando para la realización de un objetivo supone el sacrificio de lo querido?
Es entonces cuando la determinación hace su aparición.
La elección de la decisión debe ser firme, contundente. Cuando determinamos nuestro objetivo a cumplir aceptamos el pago. No hay marcha atrás.
La determinación y realización del objetivo nos inyecta fuerza, energía. La ambición de nuestro deseo debe ser fuerte para poder cumplirse. Con ello concretaremos en la medida lo que anhelamos y con ello regresaremos a un punto inicial: analizar por qué y para qué fue realizado ese acto. El resultado tendría que ser óptimo y entonces deberá aplicarse a aquello por lo cual lo realizamos.
El proceso en la ejecución de aquello que soñamos pudiera ser lento, casi inalcanzable. La determinación por alcanzar el éxito en nuestra empresa requerirá de nuestro empeño al mil, de nuestras ganas, de nuestra lucha. Quizá se dejen muchas cosas en el camino, incluso quizá personas.
Creo que no se es egoísta al dejar cosas y personas atrás porque cada quien tiene sus propios ideales y sus propios sueños. La diferencia podría ser en cómo lo realiza cada quien.
El sendero a seguir a veces no está trazado y es necesario abrirse paso por entre un mundo donde la maleza ha vivido por siempre. En el trayecto pudieras encontrar piedras, será necesario quitarlas. Tal vez puedas encontrarte con ángeles, apoyate en ellos mientras puedas, consciente por supuesto que se tendrá que pagar “algo” por su ayuda.
Lo que se deja en el transcurso del cumplimiento de un sueño, o deseo u objetivo pudiera ser tremendamente doloroso. Es necesario estar preparado para eso y si no, concentra parte de tu energía a que así sea. Nadie dijo que la vida sería fácil, solo dijeron que valdría la pena vivirla.
Por eso: si haz de gritar, reír, llorar, sufrir, gozar; házlo. El verdadero sacrificio por conseguir nuestros sueños requiere sentimientos reales y sinceros.
Todos tenemos sueños que cumplir y quien no los tenga no merece una vida, porque una vida sin sueños es una vida vacía.
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